El mundo va demasiado rápido. Tanto, que me dan ganas de sentarme a observar su desenfreno. Solo en ese momento me doy cuenta de lo minúscula que es mi vida: si me quedo estática lo miro avanzar, así, implacable y voraz.
Me refugio en la contemplación, en la nada.
Y la nada es lo mismo que escuchar la respiración de mi gato que dormita sobre las sábanas.
Me detengo para pensar, para dejar de correr y recordarme que tengo que amar y reír. Para huir de esta frialdad con la que se me ha ido congelando el alma.
Me refugio en la contemplación, en la nada.
Y la nada es lo mismo que escuchar la respiración de mi gato que dormita sobre las sábanas.
Me detengo para pensar, para dejar de correr y recordarme que tengo que amar y reír. Para huir de esta frialdad con la que se me ha ido congelando el alma.