jueves, mayo 16, 2019

Letras de este cuerpo



Abre los ojos. Te quiero contar como fue todo. La infancia, ese periodo profano. El que me marcó para siempre. En él me quitaron algo que ya no encuentro.

Fue de los tres a los diez años cuando las monjas me miraban lento. Andaban siempre de azul marino. La camisa blanca abotonada hasta el cuello. Sobre el pecho un cordón, y pendiendo de él, la cruz opaca. El cabello corto, casi a rape, las manos limpias de anillos y pulseras. La boca lista para masticar con mesura y vomitar historias de santos para su contento.

Por las mañanas el rosario, la misa a las seis a eme. A las ocho Educación de la Fé. A las nueve Matemáticas, a las diez Español, a las diez y media recreo, a las once formarse en el patio: rezar tres Aves Marías y un Padre Nuestro.

A las once y diez Ciencias Naturales; y a las doce La Magnífica. "Glorifica mi alma al Señor, y se llena mi espíritu de gozo al contemplar la bondad de Dios mi salvador, porque ha puesto la mirada en esta humilde sierva suya…".

Te quiero contar como fue todo, pero voy a omitir la parte en la que los primeros desnudos que dibujé causaron revuelo. Quiero decírtelo todo, pero no quiero que sepas que la madre superiora me llamó "prostituta de los cuerpos", ni que me encerraron en la sacristía por dos horas, mientras los santos me miraban implacables con sus rostros escarapelados y sus ojos muertos.

¿Alguna vez has visto a San Martín de Porres, sin mano ni mejilla izquierda? ¿O a San Judas Tadeo, sin dedos ni bastón de hierro? Son santos castigadores, por eso bajaba la mirada para que no se enteraran de lo que había hecho. Me dijeron que había profanado a las mujeres del mundo, enseñando cómo eran sus pechos, dibujando los pezones y el vello púbico de un cuerpo pudendo.

Quiero que lo sepas todo, pero no quiero que veas las cicatrices que me quedaron cuando se abrió el fuego. Si me quito la ropa y te muestro el pecho, tal vez alcances a ver lo que aún se halla escrito en mis senos.

Tengo una marca en la espalda y otra más en la frente. Ellas me escribieron palabras por todo el cuerpo. Quiero decírtelas todas, pero no puedo. Si volteas la palma de mi mano tal vez entiendas porqué después de aquel incidente, no volví a dibujar en seis años y tiré todos los bosquejos.

Si observas con cuidado, encontrarás maldiciones inscritas en mi vientre. Y en mis mejillas podrás leer capítulos enteros. Si me recorres la falda encontrarás el Génesis tatuado en el muslo interno. En mi espalda en cambio, se dibuja el rostro de María siempre virgen. Lágrimas de Cristo corren del omóplato al suelo. Por eso me gusta la media luz, para que no puedas leer todo eso.

Pero que sea media luz por favor, la oscuridad total es un tormento. –Si te portaste mal, nunca mires debajo de tu cama–, me decían. ¿Sabías que por la noche los demonios vuelan pegados al techo? Yo me enteré en primer año… Ya cuando se cansan se acuestan junto a ti. Cara a cara. Por eso debes ser obediente y trenzarte el cabello antes de dormir, porque si no, ellos juegan en la noche a hacerte nudos ciegos.

Te quiero contar que yo aprendí a leer en ese colegio, leí "La vida piadosa de María" uno y dos, y "El manual de Urbanismo". Aprendí a contar enumerando los días de adviento. Aprendí a sumar y restar las horas para salir corriendo.

Aprendí tanto… quisiera contarte todo lo que me enseñaron -Las flores tienen pétalos, tallo, corola, estambres, filamento-, pero ya no lo recuerdo. Ya no sé hacer raíces cuadradas y hace mucho que olvidé nombres y preceptos.

Pero recuerdo de memoria las preguntas del catecismo y sé muy bien a lo que huele una iglesia por dentro. Si hago un esfuerzo, la parafina vuelve a recorrer mi nariz, igual que el olor a incienso. Es un olor noqueante: comienza en las fosas y va subiendo. Después de media hora se siente un dolor punzante en los tabiques nasales que se desliza hasta la frente. Pasa por los ojos, y cuando llega a los pómulos, viene el mareo. Las ganas de vomitar son inminentes, pero hay que seguir rezando porque si no, Dios nos tiene preparado el infierno.

Pero, ¿quieres saber la mayor enseñanza que me dieron?: El odio. Pero no cualquier odio, el genuino, el que no tiene medias tintas, el más fácil, el más sincero: el que le profieres a quien miras al espejo.

Te cuento esto, aunque sin quererlo, porque no tengo más remedio. Necesito una piel distinta, donde pueda escribir de nuevo. Una sin tantas cicatrices, una que no sea un remedo. O tengo necesidad tal vez, de trazar nuevas heridas, de ocultar bajo nuevas marcas las otras que no puede borrar el tiempo.

Creo que finalmente no te he dicho nada, se me ha olvidado para qué hablaba de esto. ¡Bah! Ignóralo y dame un beso. Pero cúbreme con la sábana blanca, que el sol está a punto de entrar y mostrarte las palabras de mi cuerpo.

lunes, mayo 13, 2019

Mi divorcio




Las partículas de luz se mueren en un instante, caen lentas, desahuciadas y oscuras. Es increíble cómo cada vez que activo el apagador aniquilo aire luminoso, y en una centésima de segundo lo vuelvo carbón que flota. A mí y a mí, nos quedan las débiles brasas de la media luz y media cama para estirarnos a nuestras anchas. Pero me digo al oído que nos quedemos quietas, enconchadas tocando la almohada. Hay suficiente espacio para acurrucarme conmigo.

Pero, ¡carajo! Se me olvida que ya no estoy. Se me olvida que hace semanas que me aburrí de mi matrimonio a la antigua, de nuestras rutinas y decidí divorciarme de mí. Y aún después de estos días sigo pensando firmemente que no tengo por qué obedecerme ni soportar mis disgustos o luchar en contra de mis miedos infundados. No tengo por qué escuchar mis ronquidos o mis comentarios. No tengo para qué esperarme por las noches después de mis borracheras, ni desvestirme, ni acostarme.

Me he mandado definitivamente al carajo, después de que la vida marital entre yo y yo, dejó de ser buena. Este divorcio nos resultó difícil sobre todo por los hijos que engendramos. Después de todo la que parió fui yo, no yo. Yo fui quien pujó por dar a luz. Sí, estoy de acuerdo con que yo me los dictó. Sí, estoy de acuerdo en que yo los pensó antes que yo; pero fui yo quien los cuidó y los alimentó. Quiero quedarme con ellos, y ni siquiera pienso pedirme pensión alimenticia.

Y soy sincera al decir que no me importa que yo se lleve nuestros bienes, porque al fin y al cabo se reducen a noventa collares baratos y siete decenas de libros seminuevos. Pero eso sí, yo quiero los autografiados.

Lo único malo desde que me abandoné y me fui con otra más bella, es que no tenía idea de cuánto me podía extrañar. Lo malo es que no me puedo acurrucar conmigo como cada noche. Lo malo es que ya no estoy ahí para llorar conmigo. Lo malo es que ya no tengo esas largas conversaciones de café y citas literarias. Lo malo es que hace mucho que no me veo; y lo peor del caso, es que por más que he preguntado, ya nadie sabe de mí.

Mi único deseo es que si alguien me ha visto me lo diga, porque, aunque me duele aceptarlo, es bien cierto que no puedo vivir sin mí. Y me importa un pito que esto sea un despliegue indiscriminado de narcisismo, si al fin al cabo yo eres todo lo que tengo. Y si yo me voy me quedo nada más conmigo. Y bajo la premisa de que tenerme únicamente a mí nunca me ha sido suficiente, tengo urgencia de encontrarme, siquiera para darme un beso y decirme cuanto me amé, aunque nunca me lo hubiera demostrado.

viernes, mayo 10, 2019

Índice


Solo el dedo índice. Solo. Para recorrerte la boca, para colocarlo sobre tus labios y hacerte callar las preguntas. Es que las respuestas no importan. Solo es mi índice. Es mi dedo el que se pasea por tu espalda, el que va dibujándote veredas; el que vive para seguir los renglones de tu boca; el que retuerce mi cabello al pensarte.

Deambulas en mis hombros, cornisas de mi cuerpo. Delirio de tus labios, marquesinas de tu rostro.

Vives tras mi lengua que te nombra. Oración del seseo.

Qué somos sino este manantial que no entiende de distancias. Miradas. Veneno. Amaneceres corporales. Danzar de esta dulce ponzoña. Mi rostro sobre tu pecho. Destellos del pasado. Bailes de luz en mi cabeza.

Te busco en los lugares en los que no te encuentras, pero en los que invariablemente te recuerdo.

No hay dolor en mi silencio. Porque solo es silencio. Palabras que no pueden escribirse porque lo que calla son las manos, los ojos; esta piel que se entibia, que se endulza lentamente.

Solo es mi índice. Solo es mi dedo el que te persigue dibujando montañas, señalando el infinito. Tu imagen en el pasado. Mi dedo guardando silencio sobre las promesas que nos sobrevuelan, que nos desordenan el cabello. Petirrojos de lo inevitable.

Solo es mi dedo índice. Solo.



viernes, septiembre 21, 2018


Paso 1: Levántese temprano y ponga a calentar su té.
Paso 2: Déjelo hervir... (O sea... olvídelo). 
Paso 3: No apague la estufa y salga de su casa con cara de niño en 30 de abril. (No olvide echar doble llave pa' que amarre).
Paso 4: Acuérdese a media avenida, y, en hora pico, haga que el piloto retorne en medio de una obscena cantidad de autos.
Paso 5: Entre corriendo como degenerada, apague la estufa, aproveche y llévese su termo con el agua hirviendo. (No olvide espantar al perro con sus gritos).
Paso 6: Ya en el camión, quédese dormida, y ¡ojo...! Es muy importante que vacíe un poquito del contenido sobre su pantalón limpio.
Paso 7: Tire otra parte del contenido en el taxi que la lleva hasta su trabajo. Estrésese porque mojó el auto, a usted misma, su mochila... Pídale una franelita al chofer (misma que no trae).
Paso 8: Masculle... "Maldita sea... se supone que éste era un estúpido té relajante".
Paso 9: Aguante vara cuando el chofer la mire por el retrovisor y se ría de usted.
Paso 10: Llegue a su oficina, intente tomarse el té, quémese el hocico y descubra con dolor y desesperanza que tiró más de la mitad del contenido en el camino.

Fragmento del libro intulado: "Mil y un formas de comenzar el día estresado". Capítulo 3: "El arte de estresarse con un té relajante", by la Doctora Solesofsky 🤓📖

miércoles, septiembre 12, 2018

Lecciones de botánica



No desertes al averiguar mis pétalos, tras el suave habrá uno terso.

Retoza los dedos en mis tallos; rozarán fronteras, retoños candorosos.

No desistas al esperar mis estaciones, cada una habrá de sorprenderte.

No desdeñes la época de siembra. 
En mi espalda hallarás asombro; estepa sembrada de lunares, semillas incontables, manchitas caprichosas.

Persevera escuchado mis estambres, vasta gama de graves y agudos.

Te distraerás en el pistilo.

Misterio;


punto exacto.

En el vértice, la gota de néctar aguarda al colibrí sediento; penetrador consuetudinario, ave y corazón zumbante.

Es la vorágine de tu aliento la que doblega estos filamentos.

Aguarda mis inviernos, entibia mis heladas. Espera con paciencia y verás las primaveras.

Entonces, mis corolas ya despiertas besarán coloridas mariposas. Habrá sépalos abiertos por tus ojos, cáliz a merced de tus resuellos.

Ésa seré yo, florecida para ti. Mansedumbre de campiña, viento fresco, hierba recién nacida, pradera tras llovizna nueva.

Desde siempre


Tras todos los velos soy yo.
No pidas explicaciones. Es inútil.
Solo sé alejarme. Desde siempre.

Mi único y más sano consejo: persigue…

Siempre voy a huir.

jueves, julio 02, 2015

Estática

El mundo va demasiado rápido. Tanto, que me dan ganas de sentarme a observar su desenfreno. Solo en ese momento me doy cuenta de lo minúscula que es mi vida: si me quedo estática lo miro avanzar, así, implacable y voraz.

Me refugio en la contemplación, en la nada.

Y la nada es lo mismo que escuchar la respiración de mi gato que dormita sobre las sábanas.

Me detengo para pensar, para dejar de correr y recordarme que tengo que amar y reír. Para huir de esta frialdad con la que se me ha ido congelando el alma.

Letras de este cuerpo

Abre los ojos. Te quiero contar como fue todo. La infancia, ese periodo profano. El que me marcó para siempre. En él me quitaron algo q...