No desertes al averiguar mis pétalos, tras el suave habrá uno terso.
Retoza los dedos en mis tallos; rozarán fronteras, retoños candorosos.
No desistas al esperar mis estaciones, cada una habrá de sorprenderte.
No desdeñes la época de siembra. En mi espalda hallarás asombro; estepa sembrada de lunares, semillas incontables, manchitas caprichosas.
Retoza los dedos en mis tallos; rozarán fronteras, retoños candorosos.
No desistas al esperar mis estaciones, cada una habrá de sorprenderte.
No desdeñes la época de siembra. En mi espalda hallarás asombro; estepa sembrada de lunares, semillas incontables, manchitas caprichosas.
Persevera escuchado mis estambres, vasta gama de graves y agudos.
Te distraerás en el pistilo.
Misterio;
punto exacto.
En el vértice, la gota de néctar aguarda al colibrí sediento; penetrador consuetudinario, ave y corazón zumbante.
Es la vorágine de tu aliento la que doblega estos filamentos.
Aguarda mis inviernos, entibia mis heladas. Espera con paciencia y verás las primaveras.
Entonces, mis corolas ya despiertas besarán coloridas mariposas. Habrá sépalos abiertos por tus ojos, cáliz a merced de tus resuellos.
Ésa seré yo, florecida para ti. Mansedumbre de campiña, viento fresco, hierba recién nacida, pradera tras llovizna nueva.
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