Aquí yacen las venas. Siempre abiertas.
Los poros inhalan y exhalan lo que no te detuviste a
conocer.
Los brazos desmayados.
El cuello emprende una
lucha feroz. Va desterrando la violencia de tus besos.
No hay comisura más perfecta que la de tus labios. (Se
parece tanto al inicio de una herida).
Siento el impulso de pegarla a mi boca. Debo contener la hemorragia.
Andas por ahí, desangrándote en palabras.
Me separo y las descubro resbalando por mis pechos. Son lo
mismo que peces moribundos.
Se mueren de aire. Se mueren de frío. De futilidad. Charlatanería.
Corre. Retira ya la garra del zarpazo.
Corre. Eres lo mismo que un ave ciega.
Corre. No voy a detenerte.